"La ciencia como conocimiento etéreo, libre de pasiones humanas, es un mito".

El químico Bernard Meunier propuso recientemente excluir las ciencias humanas del ámbito de actividad del CNRS para reducir su plantilla y aumentar su atractivo. Según él, el presupuesto así liberado permitiría promover mejor las carreras de los investigadores más meritorios.
No es de extrañar que algunas personas consideren superflua la contribución de las ciencias humanas, dado que son objeto de prejuicios negativos por parte de los profesionales de las ciencias "duras". Según ellos, las únicas ciencias exactas son aquellas que producen paradigmas y "hechos" de validez universal, ricos en aplicaciones tecnológicas, gracias a conceptos precisos y a la realización de experimentos rigurosos. Al margen de éstas, se desarrollarían disciplinas que chocarían con la complejidad de lo humano, multiplicarían los métodos sin producir resultados, como afirmaba Henri Poincaré (en Ciencia y método , Flammarion, 1908), y cuyas interpretaciones serían prisioneras de las ambigüedades del lenguaje ordinario, adoleciendo de sesgos subjetivos e ideológicos.
Sin embargo, un examen exhaustivo de los métodos concretos de investigación pone en tela de juicio la brecha cualitativa entre las ciencias naturales y las ciencias humanas. De hecho, los primeros ciertamente trabajan sobre objetos no humanos, pero, centrados en la producción y valorización de resultados, tienden a borrar los procesos intersubjetivos, y por tanto sociales, que condicionan sus descubrimientos. Los sociólogos Bruno Latour y Steve Woolgar han demostrado (en Laboratory Life: The Production of Scientific Facts , La Découverte, 1979) que en los laboratorios de ciencias "duras" la investigación se lleva a cabo en equipos, dentro de un campo especializado cuya actividad está limitada por relaciones de poder, consideraciones económicas, factores políticos, rivalidades y cuestiones de prestigio. Si surgen tantas controversias sobre la validez del conocimiento científico, debido a la confrontación mediática de conocimientos expertos en torno a cuestiones de salud, medio ambiente y clima, es precisamente porque estos conocimientos están vinculados a posiciones en el ámbito del poder político-económico. Negarlo es perpetuar el mito de un conocimiento etéreo, milagrosamente exento de las pasiones humanas.
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Le Monde